Auge y caída de David Copperfield
¿Es David Copperfield el nuevo Harvey Weinstein del #MeToo? El único mago del mundo cuya fortuna valora la revista Forbes en miles de millones de dólares, ha sido acusado de abuso sexual esta semana en The Guardian por 16 mujeres entrevistadas por el periódico británico, algunas de las cuales han retirado su nombre al discutir una posible compensación económica a cambio de su silencio.
El ilusionista que alcanzó la fama mundial por hacer desaparecer la estatua de la libertad frente a una audiencia en vivo tendrá que emplear sus mejores trucos para hacer desaparecer este escándalo, que amenaza con arruinar su reputación y engullirlo. No es la primera vez que enfrenta acusaciones semejantes, ni puede negar su debilidad por las chicas jóvenes. Le saca casi 30 años a su pareja, la modela francesa Chloé Gosselin, con la que empezó a salir oficialmente cuando tenía 22.
Múltiples fuentes han asegurado que le daba entradas de sus espectáculos a uno de sus mejores amigos, el inversor Jeffrey Epstein, que se suicidó en prisión tras ser acusado de tráfico sexual, para que éste le enviase adolescentes, que al término iban a verle al backstage. Él mismo admite, a través de sus abogados, haber tenido «una relación consentida» con una de las entrevistadas por el rotativo, Carla, a la que conoció a los 15 años y cortejó activamente hasta que pudo desvirgarla legalmente cuando cumplió los 18. Y existen al menos dos precedentes de mujeres que lo denunciaron ante las autoridades por haberlas drogado para abusar de ellas. El problema es que una de estas no presentó cargos, aunque haya reiterado su historia ante The Guardián, y la otra fue condenada tres años después por haber intentado extorsionar a otro hombre con acusaciones parecidas, que esta vez fueron grabadas.
Copperfield encontró en Oprah Winfrey a la justiciera más influyente de EE UU para confesarle en horario de máxima audiencia «lo horrenda y devastadora» que fue esa etapa en la que el FBI registró su casa y su teatro del MGM Grand hotel de Las Vegas, donde actúa regularmente. «Y lo peor es que la gente se acuerda de la acusación, pero no de la exoneración», empatizó con él la reina de la televisión americana. «Sí, pero es que yo era la víctima, hay una gran diferencia», apostilló él durante esa entrevista de 2010. «En tres años hubo más de 300 historias publicadas con todas esas mentiras, mientras que solo salieron 30 de la encarcelación de ella», le explicó.
Eso era antes de que la era digital y las redes sociales multiplicaran el impacto que han tenido las últimas revelaciones. En un solo día la noticia había dado la vuelta al mundo. Una búsqueda de «David Copperfield» y «abusos sexuales» arrojaría ya más resultados de los que Google cuantifica a simple vista. «La gente tiende a creer lo negativo», lamentaba él, irremediablemente en la picota por un artículo mucho más difícil de hacer desaparecer que cualquier otra cosa que haya intentado en su vida.
Ha habido muchas que cancelar. Tuvo que ir a los tribunales para defender que su relación con la modelo Claudia Schiffer no era un truco, como publicó la revista París Match, que tuvo que compensarle con 30 millones de dólares. Lo que no había sido casualidad es que ella se encontrara en la audiencia de su espectáculo de Berlín, en la que se conocieron bajo contrato para que él la hiciera subir al escenario como elección «espontánea».
También resultó cierto que cuando se compró una isla privada en las Bahamas, donde dice emana «la fuente de la Juventud», utilizó un nombre falso y la ayuda de terceros para engañar al vendedor sobre su identidad. A las autoridades le dijo cuando éste le demandó que simplemente temía ser extorsionado en el trato por ser rico y famoso.
Y lo que nunca llegó a los tribunales fue la fortuna que se desvaneció en torno al restaurante temático sobre la magia que pensaba abrir en pleno Times Square de Nueva York. Tras agrias disputas con los equipos creativos y financieros, el proyecto fue cancelado cuando ya se había construido el 85%. Los inversores perdieron 34 millones de dólares y los contratistas 15, sin que él hubiese invertido nada más que su tiempo.
Si en los últimos años había vivido más tranquilo, ahora que su hija tiene ya 14 años, la nueva trova de acusaciones amenaza con oscurecer su tercera edad. Sus abogados lo niegan todo. Aseguran que él es «lo opuesto» a un depredador sexual. Citan su apoyo al #MeToo, que en realidad se le echó encima cuando pidió por Twitter que se diera el beneficio de la duda a los acusados. Participa frecuentemente en actos de caridad para ONG’s como Save The Children, a la que ha derivado la atención con su último truco de hacer desaparecer la luna. Y recuerdan que fue exonerado por un gran jurado de las acusaciones de 2008, sin que ninguna de las nuevas mujeres citadas por The Guardian haya presentado cargos contra él.
Con todo, sabe que este año electoral no será invitado a la Casa Blanca, ni nadie a quien le preocupe su reputación querrá fotografiarse con él mientras su nombre esté en entredicho. Una madre autoritaria, que no dudaba en utilizar la violencia física, ha contado, y una infancia robada, como la de Michael Jackson, al convertirse a los 12 años en el mago más joven que se haya admitido jamás en la Society of American Magicians, explicarían ante sus críticos los supuestos trastornos mentales que se le atribuyen para drogar y violar a jóvenes puras y virginales que a menudo recluta entre su audiencia, con los padres delante. A sus 67 años los retos de su carrera, siempre en evolución permanente, no han hecho más que empezar.
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