Estilo de vida

Así es ‘El Gran Tigre’, la cárcel que te devora en la que Daniel Sancho no quiere cumplir condena

Jueves, 29 de agosto 2024

Daniel Sancho lleva un año en la prisión de la isla tailandesa de Koh Samui por el asesinato y descuartizamiento del cirujano colombiano Edwin Arrieta. Pero una vez conocida la condena, el chef será trasladado a otro recinto penitenciario cuyas condiciones nada tendrán que ver con las que ha ‘disfrutado’ hasta ahora. Y es que si bien lleva doce meses privado de libertad, se encuentra en el módulo hospitalario, más tranquilo y seguro que el resto del recinto, en el que hay cerca de 500 prisioneros que duermen en colchones en el suelo y en celdas de 1,5×3 metros.

La condena le garantiza el traslado a otra prisión, que en el peor de los casos será la de Bang Kwang, una de las más peligrosas del mundo. El país asiático la reserva para los condenados a más de 25 años, como es el caso del español. No en vano se la conoce como ‘El Gran Tigre’, en alusión a que sus condiciones de vida son tan duras que te devora. Las instalaciones fueron construidas para albergar a los presos más peligrosos, aquellos con los peores delitos, condenados en su mayoría a cadena perpetua o a muerte. Muchos son reclusos extremadamente violentos por lo que se les vigila las 24 horas del día.

Sin embargo, tener el ojo de las cámaras de seguridad continuamente sobre el cogote no es el principal problema de los ocupantes de una cárcel que se construyó para 3.500 personas y en la que actualmente pasan sus días casi 8.000. Decir que los condenados sufren de hacinamiento es quedarse cortos en vista de que cada celda, preparada para 30 reos, está ocupada por 70-80. En el suelo, están dibujados los perfiles de los colchones en lo que deben dormir pero que no existen. La lucha por el mejor espacio se hace desesperada, sobre todo por las noches, cuando encontrar la zona más fresca y alejada de la letrina es el objetivo principal.

8.000
presos encarcelados

en ‘El Gran Tigre’ casi tres veces más de su capacidad

Es ahí cuando la situación económica del preso marca la diferencia. Aquellos con mayores posibilidades pueden comprar artículos de higiene, galletas o lo más deseado por todos dado que el tabaco está prohibido: café. Este producto se ha convertido en la moneda de cambio con la que lo mismo se consigue un espacio para dormir cerca de la puerta de la celda (la zona más aireada) que un acceso prioritario a una ducha en la que el agua no es infinita.

En ‘El Gran Tigre’ falta espacio, higiene y alimentos. El arroz es la base del desayuno, la comida y la cena y las cantidades asignadas a la prisión no han cambiado pese a que el número de presos haya crecido. Es decir, las raciones son cada vez menores. Las peleas entre los reclusos son constantes y para atender sus heridas o las posibles enfermedades solo hay un médico y dos enfermeras., según ha desvelado en La Sexta Javier Casado, director de la Fundación+34, de ayuda y apoyo a reos en el extranjero.

El cóctel explosivo en Bang Kwang lo completan el agua no potable, las torturas, los abusos y la corrupción del personal de prisiones. No es de extrañar, por tanto, que gobiernos de otros países y organizaciones de derechos humanos hayan denunciado las condiciones infrahumanas de los condenados que además soportan la emisión continua de películas tailandesas en sus celdas. Un soniquete que no ayuda a la situación psicológica de los presos.


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