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Cómo afectan las críticas a Martín Demichelis y el enfoque para cambiar la imagen de River :: Olé

Lo oye. Lo siente, Martín Demichelis. Algo no está bien. No del todo. Lo percibe: entendedor de ese idioma riverplatense que aprendió al criarse en Núñez, el entrenador es consciente de que su trabajo no genera el consenso que le gustaría. Por caso, los silbidos -que no fueron mayoría pero marcaron la temperatura ambiente- fueron otro indicio de que la conexión de su River con el hincha se está entrecortando. Aun cuando el equipo marcha invicto y está puntero en su zona, algo no convence. Algo no propicia el like.

Sabe, Demichelis, de lo que se habla. De las críticas que resuenan en las redes sociales: aunque no tenga perfil propio en ninguna de las plataformas de social media, por lo pronto sí las posee su compañera de vida, Evangelina Anderson. Incluso ella se encargó de defender públicamente a Micho cuando en la previa del superclásico se habló de una supuesta crisis en la pareja. Pero sobre todo, el DT es lo suficientemente inteligente como para percibir el disgusto sin necesidad de sumergirse en los posteos.

Desde el entorno del deté asumen que a Demichelis le afecta la coyuntura. Una que trasciende a los chiflidos de ocasión. Quienes mejor lo conocen sienten que al cordobés le está comenzando a desgastar el cuestionamiento constante. Que desde el momento en el que tomó el desafío de relevar a Marcelo Gallardo entendió que podía ocurrirle esto, aunque no es lo mismo atravesarlo. Aunque todo eso laboralmente lejos de desenfocarlo, lo lleva a profundizar su análisis.

El enfoque del entrenador

Demichelis, de brazos cruzados en el Monumental. AFP.Demichelis, de brazos cruzados en el Monumental. AFP.

Convencido que no hay éxito sin disciplina, como suele repetir como mantra, revisa estadísticas, repasa videos, intenta hallar los motivos que llevaron a River a tener ese andar binario, sin lograr la homogeneidad esperada. La que le permitiría atacar y defender con la misma eficiencia. Porque como hombre de fútbol sabe que lo único que lo ayudará a modificar esa imagen es lograr resultados.

Por lo pronto, Demichelis está siendo permeable a la contribución externa para mejorar por ejemplo su comunicación: exabruptos como la crítica a los siete defensores de Boca o el “sigo viviendo en Libertador” dándole entidad a un trascendido tuitero sobre su ruptura con Evangelina está comprendiendo que no le ayudan. Aunque lo más importante es lo que se da en el terreno de juego.

River no consiguió desde su título de Liga 2023 un nivel acorde a los estándares de la gente. Lo que ocurrió después tampoco permitió que el equipo se acercara a aquella gran versión bautizada por los propios jugadores como La Michoneta.

Aunque existen argumentos que respaldan el modo tobogán. Deportivos -como la poca efectividad en los mata-mata ante rivales de nivel internacional- y también de conducción.

El Demichelis-gate, por caso, fue un episodio bisagra del que aún se perciben daños colaterales. Las filtraciones de los off del entrenador con los periodistas hicieron mella puertas adentro -llevaron al entrenador a tener que recomponer relaciones internas al mismo tiempo que buscaba enderezar lo deportivo- aunque sus consecuencias también rebotaron hacia afuera.

Un ejemplo: la salida de Enzo Pérez, evidentemente distanciado del entrenador, dolió por tratarse de un ídolo. El almanaque tampoco ayuda a que la gente lo asimile: dentro de apenas una semana, el ex capitán y su ex equipo se verán las caras en la final de la Supercopa Argentina.

En esa atmósfera a Demichelis se le acentuaron otras cuestiones: los pocos minutos que les dio al Diablito Echeverri o a Sebastián Boselli le valieron críticas hace unos meses. Y aunque las victorias consecutivas ante Barracas, Vélez, Excursionistas y Deportivo Riestra parecían empezar a resetear el ambiente. Todo mientras juveniles como Franco Mastantuono o Agustín Ruberto irrumpían con éxito, Miguel Ángel Borja se destapaba y el equipo parecía fluir aun en un contexto de bajas en cantidad, la serie de empates al hilo llevó a River a retroceder algunos casilleros.

El abrazo de Miguel Ángel Borja con Demichelis (AFP).El abrazo de Miguel Ángel Borja con Demichelis (AFP).

“No estamos siendo lo que intentamos ser”, aceptó el técnico después del 2-0 frente a Independiente Rivadavia. “Soy el primero en el que analizo todo dentro de lo que está a nuestro alcance para ser un gran equipo de principio a fin. Queremos corregir eso que nos pasó en los últimos partidos”, completó su sinceramiento.

Asumiendo, de ese modo, que River no está logrando tener constancia. Que dejó pasar puntos por errores no forzados -ante Talleres, el no correr una pelota que parecía irse al lateral; frente a Boca, siendo liviano en la marca de un desborde anunciado- que también son señales de una falta de tensión alarmante. Sobre todo, en proyección.

Porque el hincha de River -como Demichelis- aspira a competir en la Copa Libertadores. No es casual que Micho comparara el encuentro en el Kempes a un “partido de visitante” del torneo continental más importante de Sudamérica. En eso hay posiblemente una coincidencia de miradas: si no consigue afianzarse, su equipo sufrirá al momento de disputar los mano a mano internacionales. A favor: tiene tiempo y un contexto deportivamente amigable para salir adelante.


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