Un tema recurrente de este mercado es la sangría de juveniles que no aceptan firmar contratos con cláusulas de salida altas para quedar en condiciones de negociar sus transferencias al exterior llevándose todas las utilidades. Lo mismo que le pasó a Boca con Valentín Barco y a River con Claudio Echeverri le está sucediendo ahora a Independiente con Santi López, una de las figuras del Sub 17 que jugó el Mundial de Indonesia.
Los tironeos vienen desde fines del año pasado, y el club ya le había advertido que lo dejaría fuera de la pretemporada que el equipo iba a hacer en Estados Unidos (luego trunca) si no se avenía a sellar el vínculo. El conflicto persiste y, aunque Carlos Tevez intenta mediar e insiste en contar con él, la dirigencia parece decidida a dejarlo sin jugar hasta diciembre de 2024.
¿Puede ser la única “solución” para este entuerto que los pibes con clara proyección de cracks pierdan un año de continuidad y evolución formativa, justo cuando están haciendo su transformación de promesas amateurs en figuras de elite?
Santi López perdería un año, como lo perdió Benjamín Rollheiser, y el mismo Barco cuando lo mandaron a la Cuarta. ¿A quién ayuda esto? Jugadores con destino de selecciones a quienes, mientras no juegan, ninguna selección los llamaría. Nadie se beneficia; lo que los clubes hacen es “socializar la pérdida”: yo no te tengo, vos tampoco te tenés.
Acaso en el estado actual de cosas y con un orden económico mundial que no cambiará, lo único que pueden hacer hoy los clubes es repensar cómo tratan a los pibes, y a sus familias. Cómo anticiparse al problema, cuánto tiempo antes encarar las charlas sobre el futuro. Qué condiciones les ofrecen antes de que sean tan apetecibles, cómo los seducen para que, al momento de ejercer ese poder que tienen ahora, no crean (o no les hagan creer) que es el club el que está en deuda con ellos.
Source link