Durante mucho tiempo, los clubes eran dueños de los jugadores de tal forma que obligaba a un cambio. Si no arreglaban contrato, los podían colgar dos años y siempre parecían cautivos de las instituciones.
Las profundas modificaciones que hizo la FIFA puso ahora la desprotección del lado de los clubes. Encima, las reglamentaciones específicas para hacer contrataciones por la edad dejaron abierta la puerta… O mejor dicho, abrieron un portón gigante en el cual se produce un ciclo no virtuoso con un contexto país que potencia el problema.
Desde este mismo lugar y desde una producción especial en la edición de ayer, se viene alertando el tema pero las circunstancias puntuales de cada caso despiertan reacciones que invitan a una reflexión, un esfuerzo para entender los conflictos desde los ojos, el cuerpo y la propia coyuntura de estos pibes.
No parece realmente acertado decir que River vendió a Claudio Echeverri. En realidad, fue una venta forzada. No parece haber tenido opción. Más allá de debatir la letra chica o no tan chica del acuerdo, el desafío es no pegarle al Diablito como muchos fanáticos lo están fustigando en redes sociales. Se puede entender la decepción porque no podrán disfrutarlo más, pero por un momento, al menos por un momento, invitaría al ejercicio de ver el escenario de un pibe que hace unas horas cumplió apenas 18.
De origen humilde, dejó a su Chaco natal a los 11 años para ir a Buenos Aires con un sueño. Sin dudar del esfuerzo de los clubes, en este caso River, para ayudarlo en su desarrollo, a no olvidarse del sacrificio que significan estas decisiones para un chico que de cursar sexto grado en Resistencia migra por esa ilusión de llegar a Primera, encontrar un futuro profesional y económico para él y su familia. Y cuando le aparece esa chance, se le pasa toda la responsabilidad de la decisión. ¿Es ingrato por jugar muy bien? ¿Es ingrato por cumplir el contrato? ¿Es ingrato por vivir con la camiseta de River puesta? ¿Es ingrato por salvar el futuro económico de su familia? Con el cuerpo del otro, somos todos guapos.
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