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cómo fue la política de choque de Alberto Fujimori en Perú hace 33 años y las similitudes con las propuestas de Javier Milei

El 3 de junio de 1990, en el debate por el balotaje que lo enfrentaba con el escritor Mario Vargas Llosa, quien había anunciado severas medidas para detener la inflación y recuperar la economía, el ingeniero Alberto Fujimori se opuso a aplicar la drástica receta del novelista. Para un país que en ese momento contaba con más de 12 millones que vivían en situación de pobreza (57% de la población) y 5.9 millones en pobreza extrema (26%), el discurso de Fujimori sonó a música celestial.

“Nosotros vamos a atacar la inflación, pero sin el ‘shock’”, afirmó Fujimori, dejando como “el malo de la película” al autor de “La guerra del fin del mundo”. Mintió sin descaro.

Pero los peruanos creyeron y confiaron en el profesor de matemáticas Fujimori y votaron en aplastante mayoría: Fujimori 62.50% y Vargas Llosa 37.19%.

Once días después de asumir la presidencia, el 28 de julio de 1990, salió a la luz la farsa de Fujimori.

No fue el presidente de origen japonés sino su primer ministro y titular de la cartera de Economía y Finanzas, Juan Carlos Hurtado Miller, quien el 11 de agosto de 1990, a las 8 de la noche, lanzó un discurso a escala nacional, que luego se conocería como “Fujishock”.

Era el “paquetazo” económico que Fujimori había negado en toda su campaña electoral, porque su ejecución hundiría en el caos al país.

Hurtado entonces dictó uno por uno los nuevos precios que tendrían los productos más populares de la mesa de los peruanos.

“Es así que la lata de leche evaporada, que costaba 120 mil intis (US$0.38), costará a partir de mañana 330 mil intis (US$1.05)”, dijo, sin temblarle la voz.

“El kilo de azúcar blanca, que se conseguía a 150 mil intis (US$0.48), costará desde mañana 300 mil intis (US$096)”, anunció.

El presidente de Perú, Alberto Fujimori, y a su esposa, Susana Higuchi, en Madrid, en 1991. Foto EFEEl presidente de Perú, Alberto Fujimori, y a su esposa, Susana Higuchi, en Madrid, en 1991. Foto EFE

“El pan francés, que esta tarde costaba hasta esta tarde 9 mil intis (US$0.02), costará a partir de mañana 25 mil intis (US$0.08)”, añadió.

Si la leche evaporada subió 2.75 veces, el pan francés 2.8 veces y la azúcar blanca 2 veces, el galón de gasolina de 84 octavos se elevó 32.1 veces y la de 95 octavos 26.8 veces, un aumento de entre el 2600 y el 3200 por ciento. El kerosene 32 veces y el gas 27.3 veces. Los periódicos subieron su precio al público 4 veces.

Hurtado Miller cerró su discurso nocturno con un “Que Dios nos ayude”.

A la mañana siguiente los peruanos vieron los precios por las nubes. Sin duda, necesitaban la ayuda de Dios.

Según el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), en 1990, el año del “Fujishock”, la inflación alcanzó los 7.650%. En 1989 fue 2.775%. Los números grafican el desastroso programa económico del antecesor de Fujimori, Alan García (1985-1990). Los números reflejan su pretendido discurso “antiimperialista”, que incluyó reducir el pago de la deuda externa a un 10% y estatizar los bancos, además de subsidiar un tipo de dólar para los empresarios.

Contrariamente a lo que creían sus creadores, el «Fujishock» no trajo resultados inmediatos. Meses después del discurso de Miller, no se detuvo la caída del PBI y no se eliminó la inflación. El Banco Mundial calculó que en agosto de 1990 la inflación fue del 12.379%.

El plan de choque no consiguió elevar el nivel económico del habitante medio del Perú ni obtuvo cambios radicales en la estructura social. Además, ante el crecimiento generalizado del número de habitantes del país, en términos absolutos, también incrementó el número de personas en situación de pobreza.

Es curioso. Cuando el 5 de abril de 1992 (casi dos años después del “Fujishock”), Fujimori dio un golpe de Estado para instalar un régimen dictatorial cívico-militar, agentes de Servicio de Inteligencia Nacional (SIN, el aparato represor del gobierno fujimorista), recibieron la orden de detener y encarcelar a Alan García.

Mientras Fujimori leía el discurso del golpe en la noche del 5 de abril, el expresidente García recibió el soplo de su captura y huyó por los techos, hasta llegar a la residencia de su amigo y vecino: Juan Carlos Hurtado Miller, que lo mantuvo oculto durante varios días. Sí, Hurtado Miller, el mismo que anunció el “Fujishock” casi dos años antes..

El politólogo José Alejandro Godoy, autor de “El último dictador: Vida y Gobierno de Alberto Fujimori” (2021), relata no solo la fuga de Alan García con ayuda de Hurtado Miller. También describe el impacto del “Fujishock”, en un momento en el que parecía que el Perú se dirigía al abismo sin más remedio.

“El ‘Fujishock’ fue una medida de ajuste brutal. Se pasó de una economía regulada, que incluía control de precios, control del tipo de cambio y había un amplio número de empresas públicas. Se pasó a un dólar liberalizado, a un tipo de dólar no controlado y se hizo una drástica reducción de subsidios. El mercado se convirtió en el ente asignador de bienes y servicios, mientras que el Estado se convirtió en un promotor de la inversión privada. Pese a lo brusco de la medida, salvo algunos incidentes aislados, no motivó una protesta masiva, pero tampoco fue grandemente aplaudida. Se recibió con resignación”, explicó Godoy para Clarín.

El ex presidente de Perú, Alan García,  en 1988. Foto APEl ex presidente de Perú, Alan García, en 1988. Foto AP

En gran parte la gente no salió a protestar por miedo.

Las violentas acciones del grupo maoísta Sendero Luminoso y de los guevaristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), llegaron a la década de los 90 con una fuerte presencia en la capital. Como parte de los preparativos para el “Fujishock”, Fujimori declaró en “estado de emergencia” el país y dispuso el despliegue de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional para sofocar la reacción contra el super paquete económico. Pero entonces estaban atemorizados por la represión antiterrorista. Salieron algunos a expresar su descontento, pero la mayoría prefirió quedarse en casa, resignada.

Se contaron 4 fallecidos en manifestaciones e intentos de saqueo.

El temor consistía en que por protestar, las autoridades acusaran a los detenidos como “terroristas”.

En el libro “Los años de Fujimori (1990-2022)”, el historiador José Ragas, explica lo que sucedió con el “Fujishock”, lo que considera un trauma para los peruanos. El manejo de esta información le permite comparar el plan de Fujimori con el que Javier Milei ofreció en su campaña presidencial.

“Quienes hayan seguido la candidatura del ahora presidente Javier Milei, quizás estarán familiarizados con el paquete de medidas económicas que ha propuesto para Argentina. Hay muchas similitudes con lo ocurrido en Perú en agosto de 1990, cuando un paquete de medidas similares -conocido como ‘Fujishock’- fue dado por el gobierno del recientemente electo Alberto Fujimori con el propósito de estabilizar al país que sufría una hiperinflación provocada por el gobierno aprista (Alan García)”, indicó Ragas a Clarín.

“Así como en Argentina, lo que se busca es eliminar los subsidios de los servicios básicos y buscar que los precios se ‘sinceren’ de acuerdo al mercado. En Perú estas medidas fueron hasta cierto punto ‘traumáticas’, ya que afectaban a una población que veía perder su capacidad adquisitiva día a día y frente a lo cual el gobierno aprista respondía básicamente con una mayor emisión de los billetes de entonces, conocidos como ‘intis’ (de inti, sol en quechua), y con un billete de 5 millones de intis. Una diferencia fundamental respecto de lo que ocurre (y ocurrirá) en Argentina, es que en el Perú se votó al candidato que precisamente prometía no aplicar un ‘shock’ económico, a diferencia del liberal Mario Vargas Llosa, que perdió por proponer su aplicación como única solución a la crisis», dice Ragas.

«Ante la ausencia de plan de gobierno y con una candidatura improvisada, Fujimori terminó aplicándolo”, detalla.

El mercado laboral también sufrió las consecuencias del ajuste. Solo en Lima, el consumo se redujo un 25% y más de un millón de trabajadores habían perdido sus puestos de trabajo. De esta manera, el desempleo y subempleo aumentó de 81,4% en 1990 a 87,.3 % en 1993. El sector informal creció de 45,7% en 1990 a 57% en 1992, según daros del investigador Juan Luis Orrego.​

Otra curiosidad. El conocido economista Hernando de Soto, que era parte del equipo de Mario Vargas Llosa, una vez que ganó Fujimori las elecciones, se sumó al gobierno de este en calidad de asesor. De Soto contactó a Fujimori con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos internacionales, además del gobierno de los Estados Unidos, los que ofrecieron su apoyo si lanzaba el “Fujishock”.

En el libro “Historia de la corrupción en el Perú”, de Alfonso W. Quiroz, el autor señala que el “Fujishock” contribuyó a la gestación del golpe de Estado de Fujimori del 5 de abril de 1992, lo que dio paso a un régimen de corrupción gubernamental a gran escala con amplia participación del Estado. Con el respaldo de su asesor de inteligencia, Vladimiro Montesinos, y el jefe militar Nicolás Hermoza, Fujimori emprendió un copamiento del poder que originó severos problemas económicos.

“La decadencia del régimen fujimorista durante sus últimos años estuvo ligada a agudos problemas económicos y al pasivo generado por Vladimiro Montesinos (acusaciones de corrupción y violaciones a los derechos humanos), así como a una creciente oposición política y cívica”, escribió Quiroz.

Entre los casos de corrupción durante el mandato de Fujimori había dos protagonizados por Juan Carlos Hurtado Miller, el mismo que lanzó el “Fujishock”. Se trataba de unos préstamos ilegales que recibieron sus empresas con fondos de los jubilados policías y militares, y el financiamiento de su campaña a la alcaldía de Lima, con dinero corrupto que le dio en sus manos Montesinos. Lo descubrieron con las manos en la masa. Dios no lo pudo ayudar.


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