Las manos mágicas de «Emilio», el terror de las joyerías que roba a cara descubierta
Su imagen se viralizó con la misma velocidad con que hace desaparecer las joyas en sus manos, y en cada incursión dejó muestras de las habilidades que posee para la estafa. Se gana la confianza de los vendedores con un tono familiar, se muestra conocedor de detalles de las piezas más valiosas y domina la escena siendo cordial hasta que ejecuta la hábil maniobra que lo distingue, la misma cada vez, con la que roba joyerías.
Al parecer, lo hace en breves giras por distintas localidades. Sale a robar. La última la hizo por locales de Mar del Plata y una de sus víctimas, a la que le robó una pulsera de casi dos millones de pesos, fue Rosario, propietaria de la joyería y relojería Diez y Veinte, ubicada en el Shopping Los Gallegos.
Las cámaras de su local grabaron con audio cómo se desenvuelve desde el momento en que ingresa al local hasta la huida repentina con el botín. La mujer, además de la denuncia, se encargó de difundir las imágenes en sus redes y mediante periodistas de Mar del Plata con los que tuvo contacto hace un año, cuando fue víctima de otro robo.
Enseguida, Rosario comenzó a recibir llamados y mensajes de otras víctimas, desde distintas localidades. «No es un improvisado, es un ladrón profesional«, le dijeron; «Vive en mi barrio, se dedica a eso«; «Tiene antecedentes«; «Se llama Emilio«; «A mí me hizo lo mismo«.
«Recién me dijo una mujer que se contactó conmigo que una termina convirtiéndose en detective y sabiendo más que la Policía, y tiene razón», explica la comerciante a Clarín mientras recibe el dato del supuesto domicilio del ladrón. Ya le habían pasado uno en San Martín, en el AMBA, y otro de Mar del Plata, en la calle Nápoles.
Más información que recibió: suele hacerse pasar por gitano, como lo hizo en Mar del Plata, aunque creen que no pertenece a esa comunidad, y visita previamente los locales: cuando va a robar ya tiene claro cuál es su objetivo.
El video que publicó la comerciante marplatense dura unos siete minutos. Apenas entra al local, que está en medio del shopping Los Gallegos, el ladrón pide una pulsera tipo Rolex de oro que estaba exhibida en la vidriera. La vendedora se la muestra y procura una balanza para pesarla. Lo hace y la cotiza: $1.750.000.
Siempre relajado, las manos en los bolsillos, él le comenta que ya había estado en el local. «Vos estabas, Rosario. Yo vine con mi papá, gitano«. Luego le dice que va a pagar con un millón en efectivo, el resto con tarjeta de crédito.
«Me pareció normal la forma en que iba a pagar. Me dijo que la pulsera la había visto con su papá y que se la iba a regalar», reconstruye Rosario. Acto seguido, en su rol de supuesto cliente, el hombre pide un reloj Tommy Hilfiger para regalárselo a su mujer. Ella comenzó a preparar el packaging.
Es cuando el ladrón, tal como se ve en otros videos, avanza. Mientras la vendedora está ocupada embalando las compras, él le pide la pulsera para sacarle una foto y enviársela a sus hermanos. «Accedí porque es lo que suele hacer la gente, compra y quiere sacar una foto», explica la mujer.
Mientras Rosario estaba completando la garantía, «El Gitano» saca una foto y en lugar de volver a guardar la pulsera en la caja, la esconde en su mano. Cierra la caja cómo si la alhaja estuviera allí y la vuelve a guardar en la bolsa. Para distraer, él habla: «Es para mi papá«, le dice; «Sos un tierno«, le responde ella.
En medio de la escena, simula atender el teléfono y sale. No se lleva nada del local, lo que tranquiliza a quien lo esté atendiendo. Al regresar, pide otra cosa, siempre para mantener en foco de atención del comerciante en otro lugar, ya no en el objeto que está robándose. En el shopping pidió unos abridores de oro.
En total, la venta ascendía a los tres millones de pesos. El ladrón le dijo que debía esperar a su mujer que le iba a alcanzar la parte del dinero en efectivo.
En ese momento, mientras la vendedora tiene todas las bolsas en su poder, y espera por el dinero, simula recibir otra llamada. Sale del local, y ya no regresa. «Me di cuenta al minuto que ya no volvería, revisé la bolsa, llamé a seguridad pero ya se había ido».
El relato que hace Rosario es el mismo que oyó de por lo menos media docena de personas que la llamaron para contarle que el mismo hombre las había robado a ellas del mismo modo.
«A una señora que tiene una joyería en Hudson le robó un anillo de oro con nácar de US$ 1.800, pero cuando le pasó no tenía cámara; otro hombre al que robó en Buenos Aires me contó que lo siguió y lo vio escapar en un Duna, después recibí videos en los que hace lo mismo que me hizo a mí, uno en San Telmo», cuenta.
El día que ella fue víctima, por lo que le comentaron comerciantes colegas en su rubro, el delincuente visitó otros comercios de Mar del Plata, uno sobre la avenida Constitución, otro en la zona de la vieja terminal.
La semana pasada, la comerciante fue citada en la fiscalía marplatense para la pericia del reconocimiento fotográfico del hombre que roba sin ocultarse y cuyo rostro se puede observar con nitidez.
«Tal vez está tranquilo porque lo que hace es calificado como un hurto, y lo hace una y otra vez. Pero a nosotros, que somos laburantes, que arrancamos de cero como un negocio familiar, nos cuesta un montón. Es increíble que no tenga un castigo, que siga como si nada», cierra Rosario.
Source link